jueves, 16 de febrero de 2012

Impresión, sol naciente

Monet nació en París, en 1840 aunque pasó la mayor parte de su infancia en Le Havre. Incapaz de soportar la disciplina escolar, Monet prefería deambular por Le Havre en busca de rostros para sus caricaturas. Su talento artísticos se reveló ya en estos punzantes retratos, que pronto le reportaron suculentas ganancias. En el mismo taller de marcos en el que Monet exponía sus caricaturas, había una serie de marinas de Eugène Boudin, que convenció al artista, entonces adolescente para que se dedicara a la pintura y, especialmente, al paisaje. De Boudin, Monet aprendió a observar la naturaleza en todos sus aspectos, a captar la impresión de un instante y a fijarla en la tela.

En 1859, Monet decidió trasladarse a París. Una vez en la capital, frecuentó la escuela de Charles Gleyre, pintor académico, que concedía cierta libertad a sus alumnos. Pero Monet, espíritu rebelde, no soportaba sus métodos de enseñanza, y convenció a sus compañeros de curso (Renoir, Sisley y Bazille) para desplazarse a los bosques de los alrededores de París y copiar del natural.

En 1866, durante un breve periodo de estancia en Le Havre, Monet pintó Terraza sobre el mar en Sainte-Adresse, una obra maestra basada en el contraste entre zonas de luz y de sombras.

En 1870 se formó el grupo de Batignolles, por el nombre de la calle en la que se encontraba el taller de Manet; el grupo, compuesto por jóvenes literatos y pintores, de caracteres e ideologías muy distintos, estaba unido por el desprecio hacia el arte oficial y la búsqueda de nuevos modos de representar la realidad.

Tras la derrota de Francia en la guerra contra Prusia en 1870, y el periodo de la Comuna de París, sangrientamente reprimida, episodios que sumieron a Francia en la depresión, en 1872, Monet realizó “Impresión, sol naciente” representando en puerto de Le Havre al amanecer con pinceladas libres y fragmentadas y especial atención a los reflejos sobre el agua y a los efectos de la luz. Lo que el pintor deseaba captar es la sugestión de un instante, la atmósfera de una mirada.

El crítico Louis Leroy escribió en la revista Charivari, a propósito de este cuadro “Impresión, sol naciente, impresión, estaba seguro, y después me dije, ya que estoy impresionado, tiene que darnos impresión... ¡y qué libertad, qué facilidad en la representación! Una tapicería en estado embrionario está más terminada que aquella marina.”. A pesar del comentario corrosivo y despectivo de Leroy, esta obra dio nombre a lo que desde entonces se conoció como impresionismo.

La obra parece un esbozo porque las formas no están definidas; Monet plasma en el lienzo la luz y la impresión que esta da en un momento concreto, no los detalles. Es por ello por lo que su pincelada es tan suelta y rápida, pudiendo apreciarse la dirección del pincel y sus trazos sin definir aunque se puedan reconocer las figuras por ejemplo de los barcos, para representar un momento fugaz antes de que cambie el panorama. Toda la obra está llena de reflejos, como manchas y pinceladas. Representa las neblinas del puerto al amanecer mientras el sol lucha por alzarse, creando reflejos anaranjados en el mar y en el cielo.

El cuadro de Monet fue una autentica conmoción para los habituales de las galerías y museos así como par los críticos, las imágenes nítidas eran sustituidas por pinceladas inconclusas en las que se veía hasta la dirección de los trazos, donde la superposición de colores generaba unas manchas que no eran identificables con imágenes conocidas si no se observaba la pintura a cierta distancia, ya que alguien con la personalidad de Monet, con su aversión por las normas por lo establecido también tenía una visión propia de la naturaleza y del arte, él nunca pretendió hacer una imagen fidedigna de lo que veía todo el mundo, él no era el autor de una fotografía por eso no es “un” amanecer; no, es “el” amanecer, el que el percibió en un instante un compendio de luces y colores únicos, visible solo en el momento en que Monet observa el puerto, con la intensidad cromática con la que lo percibe en su retina lo plasma a trazos rápidos y nos lo deja como un maravilloso legado que sería el inicio de una nueva forma de ver el arte. El paisaje para Monet es una impresión subjetiva de un momento fugaz, de ahí el título de su primer cuadro, una impresión.

Comienza así en Francia a finales del siglo XIX y principios del XX un nuevo movimiento que haría de París el centro de reunión de artistas dispuestos a cambiar la forma clásica de ver la pintura, donde los trazos seguros y continuos se ven sustituidos por el movimiento que proporcionan las pinceladas rápidas dispuestas de tal forma que luz y color inundan los lienzos; cambia también el temario y así los pintores abandonan los talleres y salen en busca de los paisajes, se incorpora también lo cotidiano adoptando a los personajes de la calle: trabajadores...

Monet, siempre reacio a las normas, escribiría poco antes de su muerte:

“Siempre detesté las teorías... Solo tengo el mérito de haber pintado directamente en la naturaleza y de haber intentado reproducir mis impresiones desde los estados de ánimo más efímeros...”

Quizás esta sea una buena manera de resumir su idea y el alma de su obra.