jueves, 20 de enero de 2011

Trotsky: Historia de un revolucionario

León Trotsky (1879 – 1940) nació en Ucrania bajo el seno de una familia judía no practicante. Comenzó a desarrollar sus ideales socialistas mientras estudiaba matemáticas en Nikolayev, donde organizó la Liga Obrera del Sur de Rusia, por lo que fue apresado y desterrado a Siberia.

Tras evadirse de su encarcelamiento, viajó a Londres, donde conoció a Lenin, en compañía del cual fundó el Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia.

Viajó a Rusia en 1905 para participar en la revolución que tendría lugar ese mismo año y fue uno de los organizadores de primer sóviet en San Petersburgo.

Tras fracasar la revolución, fue deportado (de nuevo) a Siberia. Allí escribió dos de sus obras: 1905 y Resultados y perspectivas.

En 1917 se trasladó a Rusia para organizar la defensa militar del sóviet de Petrogrado.

Seguidamente será nombrado Comisario de Guerra. Desde este puesto se encargará de la creación, promoción y dirección del Ejército Rojo, motivo principal de que los logros revolucionarios no se perdieran durante la época de la guerra civil (1918-1920) contra las fuerzas contrarrevolucionarias (potencias extranjeras y rusos blancos).

Apoyó a Lenin en sus principales innovaciones hasta que la apoplejía obligó al líder bolchevique a dejar la política. En oposición a Trotsky, se unieron Grigori Zinóviev, Lev Kámenev y Stalin. Este agrupamiento, una vez que logró apoderarse de la dirección del Partido, acusó a Trotsky de cometer serias violaciones a la disciplina del partido con el objetivo de debilitar sus organizaciones. En consecuencia Trotsky es primero destituido como comisario de guerra, luego apartado de la dirección del partido y posteriormente expulsado del mismo. Más tarde sería deportado a Kazajistán y finalmente expulsado de la URSS en 1929.

Desde el momento de su exilio, los ideólogos oficiales del régimen se encargaron de revisar la figura de Trotsky (llegando incluso a trucar fotografías originales con el fin de hacerle desaparecer) haciéndolo aparecer como un traidor.

Durante sus años de exilio, Trotsky escribiría varios ensayos (Historia de la Revolución rusa y La revolución traicionada), entre ellos su autobiografía Mi vida y artículos sobre temas de actualidad, como eran el estalinismo (al cual criticaba fuertemente), el nazismo, el fascismo y la Guerra Civil Española.

Finalmente, León Trotsky llega a México, tras una serie de gestiones realizadas principalmente por el pintor mexicano Diego Rivera ante el presidente Lázaro Cárdenas quien en 1937 le concede el asilo político.

Vivió en la Casa Azul, morada de Diego y Frida (su esposa) en Coyoacán, hasta la ruptura política con este último, que se dio en 1939. En ese año, cambió su residencia a la Calle de Viena también en Coyoacán, donde vivió hasta el día de su muerte.

En esa casa, Trotsky sufrió dos atentados, el primero en 1940. Durante la madrugada del día del atentado, un comando de 20 hombres armados comandados por el pintor David Alfaro Siqueiros, logró penetrar a la casa con la complicidad de Robert Sheldon Hart, un guardaespaldas de Trotsky que era un doble agente. Los intrusos dispararon cerca de 400 tiros con armas de grueso calibre. El propio Siqueiros disparó contra el lecho donde dormían Trotsky y su esposa Natalia Sedova, sin lograr asesinarlos, pues lograron pertrecharse junto a una pared, al lado de su cama. Los guardias de Trotsky repelieron a los intrusos y estos tuvieron que huir sin lograr su cometido.

Stalin había dado orden de asesinar a Trotsky, valiéndose para ello de de dos comunistas catalanes: Caridad y Ramón Mercader (madre e hijo). Asimismo, ayudaron dos mexicanos de izquierda, Vicente Lombardo Toledano y David Alfaro Siqueiros.

Aunque el palacete en el que vivía estaba fuertemente custodiado, Ramón Mercader lograría infiltrarse en su círculo ganándose la confianza de una de las secretarias de Trotsky, Silvia Ageloff, con la que incluso mantuvo un noviazgo formal premeditado y planeado para perpetrar el magnicidio. Con el pretexto de que leyera un escrito suyo se acercó a Trotsky y mientras este leía le clavó salvajemente un piolet en la cabeza. Su grito se escuchó como un estruendo en toda la casa, lo que alarmó a sus guardaespaldas, pero no se pudo hacer nada.

León Trotsky moriría un día más tarde en un hospital de la Cruz Verde. Cabe destacar que a su funeral, asistieron cerca de trescientas mil personas, en una ciudad que por aquel entonces apenas contaba con unos cuatro millones de habitantes.