El
descubrimiento de este suceso por parte de Estados Unidos desató una crisis sin
precedentes entre ambas potencias que puso al mundo al borde de una guerra
nuclear. De hecho, este incidente es considerado como el más peligroso por el
que atravesaron ambos países durante la Guerra Fría.
Pero, ¿cómo
se llegó a una situación tan crítica?, ¿cómo se gestionó para dar una solución
tan rápida y satisfactoria para ambos bloques? y ¿qué papel jugaron los tres
mandatarios (Kennedy, Jruschov y Castro) involucrados en el conflicto? Estas
tres preguntas son clave para comprender la crisis.
Para dar
respuesta a estas cuestiones, es necesario remontarse a unos años atrás. Cuba,
desde su independencia de España en 1898, había sido un país estrechamente vinculado
a los intereses norteamericanos. La revolución de Fidel Castro en 1959 era, en
un principio, de ideología nacionalista y ajena a la política de bloques, pero
comenzó a tomar medidas que dañaban los intereses estadounidenses. A la Casa
Blanca no le gustaba el rumbo que tomaban los acontecimientos y en 1961 se
produce una ruptura de relaciones, imponiéndole a Cuba un férreo bloqueo
económico. Además, empezaron a organizarse a través de la CIA varias
operaciones secretas para derrocar a Castro como la fallida invasión de bahía
Cochinos. En este contexto, el régimen castrista se alineó con el bloque
soviético y se estableció una dictadura comunista en la isla.
Como
respuesta al fracaso de bahía Cochinos, Estados Unidos pone en marcha la
“Operación Mangosta” que consistía en un plan secreto de invasión a Cuba
utilizando el Ejército estadounidense, pero es detectado por los servicios de
inteligencia soviéticos que se lo notifican a Cuba.
El líder
soviético, Nikita Jruschov, aprovechó la coyuntura para proponer a Castro la
instalación, en territorio cubano, de cohetes de alcance medio como medida
disuasoria frente a los planes estadounidenses. Castro acepta y con esta
medida, Jruschov, además de disuadir a Estados Unidos de invadir Cuba, trata de
mantener a Castro bajo dependencia soviética y alcanzar una posición fuerte en
la zona para compensar la amenaza que significaba para el pueblo soviético los
misiles estadounidenses emplazados en Turquía y lograr, de esta forma, un equilibrio
armamentístico entre las dos potencias.
Los
norteamericanos sospecharon enseguida que algo extraño sucedía en la isla, pero
necesitaban pruebas. Para conseguirlas, la Casa Blanca autorizó a los aviones
espía U-2 a sobrevolar Cuba. En sus misiones de reconocimiento, los U-2 tomaron
fotografías que demostraban la existencia de una base atómica.
El 15 de
octubre de 1962, el presidente Kennedy es informado de la existencia de armas
nucleares en Cuba y estalla la crisis. Inmediatamente, Kennedy, convoca al
Consejo de Seguridad Nacional formado por varios asesores para discutir las
posibles respuestas. Los más decididos deseaban invadir Cuba y acabar con el
régimen castrista. Otros, en cambio, preferían lanzar un ataque aéreo contra
las instalaciones militares recién implantadas. En ambos casos, el riesgo de
obtener una respuesta bélica de los soviéticos era muy alto. Entre otras cosas,
podía provocar una represalia soviética sobre Berlín oeste.
Finalmente, Kennedy se decantó por el bloqueo naval de la isla. De ese modo, impediría que continuaran llegando a ella los suministros militares soviéticos.
Finalmente, Kennedy se decantó por el bloqueo naval de la isla. De ese modo, impediría que continuaran llegando a ella los suministros militares soviéticos.
El 22 de octubre, el presidente estadounidense se dirige a la Nación mediante un discurso televisado en el que advierte que atacará con armas nucleares a Moscú si los soviéticos las utilizan para agredir a un estado occidental.
Mientras tanto, el Ejército norteamericano se encontraba preparado para intervenir en Cuba. Fidel Castro, a su vez, movilizó a más de 400.000 soldados para repeler la posible invasión.
Para algunos
autores, como Seymour M. Hersch (biógrafo de Kennedy), la respuesta del
Presidente fue un tanto desproporcionada ya que los misiles en Cuba no
alteraban el equilibrio de poder. Estados Unidos contaba con 3.000 cabezas
nucleares frente a las 250 soviéticas. En su opinión, a Kennedy le preocupaba
más una posible destitución por el Congreso si se mostraba flexible con la
URSS.
Consciente
de la catástrofe que se avecinaba, Jruschov solicitó al papa Juan XXIII que
efectuara una declaración a favor del entendimiento entre la URSS y Estados
Unidos, sin abandonar la más estricta neutralidad. El Papa así lo hizo. El 24
de octubre, suplicó a los jefes de Estado que hicieran todo lo posible para
evitar los horrores de la guerra.
A su vez,
Jruschov ordenó a los cargueros soviéticos de material atómico que no
desafiaran el bloqueo norteamericano. A cambio de esta retirada, exigió que
Estados Unidos retirase sus misiles de alcance medio de Turquía. En público,
Kennedy fingió no aceptar esta condición. En secreto, sin embargo, se avino a
negociar.
Cuando
parecía que las dos superpotencias iban a ponerse de acuerdo, un imprevisto
complicó de nuevo la situación. El 27 de octubre, los cubanos con un misil de
fabricación soviética, derribaron un avión U-2. Los militares estadounidenses
pidieron represalias, pero Kennedy no quiso escucharles, pues ese mismo día,
Jruschov le había hecho una propuesta:
el desmantelamiento de las bases soviéticas en Cuba a cambio de la garantía de
que Estados Unidos no realizaría ni apoyaría una invasión en Cuba y el
desmantelamiento de los misiles estadounidenses instalados en territorio turco.
Kennedy aceptó el acuerdo con la condición de que no se hiciera público por lo
menos en seis meses.
En este
momento se creó el llamado “teléfono rojo”, línea directa entre la Casa Blanca
y el Kremlin, con el fin de agilizar las conversaciones entre ambas potencias en
caso de conflicto.
De esta forma se
puso fin a la crisis sin dar, aparentemente, muestras de debilidad ni de
derrota por ninguna de ambas potencias. Sin embargo, las repercusiones que tuvo
el acuerdo para los tres dirigentes involucrados en el conflicto fue diferente.
Kennedy salió reforzado convirtiéndose en el auténtico líder del bloque
occidental, ya que resolvió el problema sin pedir ayuda a sus socios europeos.
Castro, por su parte, se sintió traicionado pues le habían excluido de las
negociaciones y, a partir de ahí, se distanció de la URSS y a Jruschov, la
capitulación ante Kennedy le costó el puesto. Dos años más tarde, Breznev tomó
las riendas del Kremlin decidido a evitar que su país experimentara una
humillación semejante, por lo que incrementó su arsenal nuclear hasta igualar
el de Estados Unidos.