lunes, 19 de noviembre de 2012

LA CRISIS DE LOS MISILES

Se denomina  “Crisis de los misiles” al conflicto que se produjo entre Estados Unidos y la Unión Soviética entre el 15 y el 27 de  octubre de 1962 provocado por la instalación de misiles nucleares soviéticos en Cuba.

El descubrimiento de este suceso por parte de Estados Unidos desató una crisis sin precedentes entre ambas potencias que puso al mundo al borde de una guerra nuclear. De hecho, este incidente es considerado como el más peligroso por el que atravesaron ambos países durante la Guerra Fría.

Pero, ¿cómo se llegó a una situación tan crítica?, ¿cómo se gestionó para dar una solución tan rápida y satisfactoria para ambos bloques? y ¿qué papel jugaron los tres mandatarios (Kennedy, Jruschov y Castro) involucrados en el conflicto? Estas tres preguntas son clave para comprender la crisis.

Para dar respuesta a estas cuestiones, es necesario remontarse a unos años atrás. Cuba, desde su independencia de España en 1898, había sido un país estrechamente vinculado a los intereses norteamericanos. La revolución de Fidel Castro en 1959 era, en un principio, de ideología nacionalista y ajena a la política de bloques, pero comenzó a tomar medidas que dañaban los intereses estadounidenses. A la Casa Blanca no le gustaba el rumbo que tomaban los acontecimientos y en 1961 se produce una ruptura de relaciones, imponiéndole a Cuba un férreo bloqueo económico. Además, empezaron a organizarse a través de la CIA varias operaciones secretas para derrocar a Castro como la fallida invasión de bahía Cochinos. En este contexto, el régimen castrista se alineó con el bloque soviético y se estableció una dictadura comunista en la isla.

Como respuesta al fracaso de bahía Cochinos, Estados Unidos pone en marcha la “Operación Mangosta” que consistía en un plan secreto de invasión a Cuba utilizando el Ejército estadounidense, pero es detectado por los servicios de inteligencia soviéticos que se lo notifican a Cuba.

El líder soviético, Nikita Jruschov, aprovechó la coyuntura para proponer a Castro la instalación, en territorio cubano, de cohetes de alcance medio como medida disuasoria frente a los planes estadounidenses. Castro acepta y con esta medida, Jruschov, además de disuadir a Estados Unidos de invadir Cuba, trata de mantener a Castro bajo dependencia soviética y alcanzar una posición fuerte en la zona para compensar la amenaza que significaba para el pueblo soviético los misiles estadounidenses emplazados en Turquía y lograr, de esta forma, un equilibrio armamentístico entre las dos potencias.

Los norteamericanos sospecharon enseguida que algo extraño sucedía en la isla, pero necesitaban pruebas. Para conseguirlas, la Casa Blanca autorizó a los aviones espía U-2 a sobrevolar Cuba. En sus misiones de reconocimiento, los U-2 tomaron fotografías que demostraban la existencia de una base atómica.

El 15 de octubre de 1962, el presidente Kennedy es informado de la existencia de armas nucleares en Cuba y estalla la crisis. Inmediatamente, Kennedy, convoca al Consejo de Seguridad Nacional formado por varios asesores para discutir las posibles respuestas. Los más decididos deseaban invadir Cuba y acabar con el régimen castrista. Otros, en cambio, preferían lanzar un ataque aéreo contra las instalaciones militares recién implantadas. En ambos casos, el riesgo de obtener una respuesta bélica de los soviéticos era muy alto. Entre otras cosas, podía provocar una represalia soviética sobre Berlín oeste.
Finalmente, Kennedy se decantó por el bloqueo naval de la isla. De ese modo, impediría que continuaran llegando a ella los suministros militares soviéticos.

El 22 de octubre, el presidente estadounidense se dirige a la Nación mediante un discurso televisado en el que advierte que atacará con armas nucleares a Moscú si los soviéticos las utilizan para agredir a un estado occidental.
Mientras tanto, el Ejército norteamericano se encontraba preparado para intervenir en Cuba. Fidel Castro, a su vez, movilizó a más de 400.000 soldados para repeler la posible invasión.

Para algunos autores, como Seymour M. Hersch (biógrafo de Kennedy), la respuesta del Presidente fue un tanto desproporcionada ya que los misiles en Cuba no alteraban el equilibrio de poder. Estados Unidos contaba con 3.000 cabezas nucleares frente a las 250 soviéticas. En su opinión, a Kennedy le preocupaba más una posible destitución por el Congreso si se mostraba flexible con la URSS.

Consciente de la catástrofe que se avecinaba, Jruschov solicitó al papa Juan XXIII que efectuara una declaración a favor del entendimiento entre la URSS y Estados Unidos, sin abandonar la más estricta neutralidad. El Papa así lo hizo. El 24 de octubre, suplicó a los jefes de Estado que hicieran todo lo posible para evitar los horrores de la guerra.

A su vez, Jruschov ordenó a los cargueros soviéticos de material atómico que no desafiaran el bloqueo norteamericano. A cambio de esta retirada, exigió que Estados Unidos retirase sus misiles de alcance medio de Turquía. En público, Kennedy fingió no aceptar esta condición. En secreto, sin embargo, se avino a negociar.

Cuando parecía que las dos superpotencias iban a ponerse de acuerdo, un imprevisto complicó de nuevo la situación. El 27 de octubre, los cubanos con un misil de fabricación soviética, derribaron un avión U-2. Los militares estadounidenses pidieron represalias, pero Kennedy no quiso escucharles, pues ese mismo día, Jruschov  le había hecho una propuesta: el desmantelamiento de las bases soviéticas en Cuba a cambio de la garantía de que Estados Unidos no realizaría ni apoyaría una invasión en Cuba y el desmantelamiento de los misiles estadounidenses instalados en territorio turco. Kennedy aceptó el acuerdo con la condición de que no se hiciera público por lo menos en seis meses.

En este momento se creó el llamado “teléfono rojo”, línea directa entre la Casa Blanca y el Kremlin, con el fin de agilizar las conversaciones entre ambas potencias en caso de conflicto.

De esta forma se puso fin a la crisis sin dar, aparentemente, muestras de debilidad ni de derrota por ninguna de ambas potencias. Sin embargo, las repercusiones que tuvo el acuerdo para los tres dirigentes involucrados en el conflicto fue diferente. Kennedy salió reforzado convirtiéndose en el auténtico líder del bloque occidental, ya que resolvió el problema sin pedir ayuda a sus socios europeos. Castro, por su parte, se sintió traicionado pues le habían excluido de las negociaciones y, a partir de ahí, se distanció de la URSS y a Jruschov, la capitulación ante Kennedy le costó el puesto. Dos años más tarde, Breznev tomó las riendas del Kremlin decidido a evitar que su país experimentara una humillación semejante, por lo que incrementó su arsenal nuclear hasta igualar el de Estados Unidos.