Aunque el hundimiento del Titanic en 1912 se ha convertido en el naufragio más famoso de la historia, tiene menos importancia histórica que el naufragio del Lusitania el 7 de mayo de 1915; que precipitó la entrada de Estados Unidos en la primera guerra mundial.
La flota británica, superior en número a la alemana, bloqueaba a Alemania en el mar del Norte, por lo que esta ideó una estrategia para evitar las privatizaciones a las que estaba sometida su pueblo. Esta estrategia consistió en la construcción de una serie de submarinos que fueron desplegados por toda la costa. Winston Churchill, primer lord del almirantazgo británico, ordenó combatirlos escondiendo armas en barcos camuflados como simples mercantes. Alemania se vio entonces obligada a adoptar sistemas de ataques más violentos, dando menos oportunidades a los tripulantes civiles de los barcos británicos de sobrevivir.
Cuando los alemanes se enteraron de la existencia del Lusitania, un transatlántico que tenía pensado salir de Nueva York con destino Liverpool el 1 de mayo de 1915, advirtieron a los pasajeros que pensaban viajar en él que cancelaran sus reservas; añadiendo que todo barco de pasajeros perteneciente a un país enemigo que entrara en zona de guerra se exponía a ser atacado. La embajada alemana de Washington llegó incluso a publicar anuncios en los periódicos; pero, a pesar de todo, 188 americanos reservaron pasajes a bordo de este barco. El capitán William Tumer, apodado Bowler Bill (Bill el lanzador) junto con el resto de su tripulación, se encargaron de dar a los pasajeros una falsa sensación de normalidad, no tomando ninguna precaución especial. Lo que los pasajeros no sabían era el peligroso contenido que estaba oculto en la bodega. En la declaración de carga no figuraban las más de 4000 cajas de municiones que estaban destinadas a contribuir al esfuerzo de guerra de los aliados, y que determinaría la suerte del buque.
El ya mencionado capitán actuó de una forma totalmente negligente, desobedeció las órdenes de navegar en zigzag en zonas de peligro de ataque submarino y redujo la velocidad a pesar de los avisos por vía radioeléctrica (que sus propias declaraciones confirmaron haber recibido correctamente). Prácticamente, se expuso al ataque de los alemanes. Bowler Bill sobrevivió al hundimiento y aportó importante información para esclarecer los hechos.
Al mando del submarino U-20, el submarino que hundió al Lusitania, se encontraba el comandante Walter Schwieger, que había permanecido en el mar desde el 30 de abril anterior y viajaba ya de regreso a su base. Fue el primero en avistar el barco, pero no lo reconoció. Declaraciones posteriores afirman el arrepentimiento del comandante al darse cuenta de la trascendencia que provocaría su acción.
Ocurrió un 7 de mayo de 1915, el transatlántico se encontraba a tan solo 365 metros del submarino. El comandante ordenó entonces que se disparara un torpedo. Hizo blanco sobre el barco, en estribor, en la sala de calderas número uno; y provocó una primera explosión el barco. La segunda, casi simultánea, fue causada por un segundo torpedo que hizo blanco en la bodega del barco, donde se encontraba el cargamento. Los supervivientes afirman que hubo una tercera explosión, mucho más fuerte, que fue sin duda la del cargamento de explosivos, que causó la muerte de un centenar de pasajeros y que determinó que el casco se desfondara. Fue entonces cuando Walter Schwieger se dio cuenta de la identidad del buque torpeado. Minutos después, la proa desapareció bajo el mar, al tiempo que el barco comenzaba a inclinarse hacia estribor. Cuando la proa chocó con el fondo, la popa se mantuvo un rato en el aire, con sus hélices apuntando al cielo; y se deslizó hacia el fondo del mar. No dio tiempo a distribuir debidamente los chalecos salvavidas y las embarcaciones enviadas al lugar del naufragio por el vicealmirante Crookes, no pudieron llegar antes de las dos horas.
Hubo un total de 1198 víctimas, 124 de las cuales eran norteamericanas. Murieron 785 pasajeros y 413 tripulantes. Entre los muertos se encontraba el millonario Vanderbilt, que cedió su chaleco salvavidas a una pasajera. Se ofreció una recompensa a quien hallara su cuerpo. Otras víctimas fueron el empresario Frohman, el ingeniero Pearson y el comandante Stackhouse. Un pasajero español, superviviente al naufragio, trasladó en brazos a mujeres y niños hasta los botes; y fue recogido del agua por muchas de las mujeres a quien había salvado la vida. Cabe añadir que Audrey Lawson Johnston, último superviviente del Lusitania que aún permanecía con vida, murió el pasado 10 de Enero de 2011. Esta información fue trasmitida el mismo día a través de la “BBC Radio Shropshire” de EEUU.
La situación en EEUU tras el naufragio cambió considerablemente: Woodrow Wilson había ganado las elecciones con la promesa de evitar la implicación de EEUU en la guerra europea, ya que la mayoría de la población norteamericana era partidaria de mantenerse al margen. Pero los 124 pasajeros americanos muertos cambiaron la situación considerablemente y la población comenzó a realizar manifestaciones a favor de la intervención, investigaron en el pasado todos los torpedeamientos por parte alemana que habían atacado intereses humanos o materiales de americanos (como el hundimiento del Falaba, el bombardeo del Cushing o el del Gulflight) y lo utilizaron como excusa para entrar en la Guerra Europea y transformarla en Mundial. Tras ver las intenciones de los estadounidenses de intervenir, un miembro de la embajada alemana declaró que nadie podría reprocharle a su Gobierno el hundimiento ya que los estadounidenses eran conscientes de que su destrucción era inevitable. Aún así los alemanes comenzaron a tratar de forma más humanitaria a los barcos mercantes que penetraban en sus aguas.
El hundimiento del Lusitania, históricamente, sirvió para debilitar las potencias europeas, provocar la mayor alteración de fronteras que se dio lugar en todo el siglo XX, y resaltar la supremacía del capitalismo americano. Mientras que las potencias europeas sufrieron altos niveles de destrucción material, especialmente Francia y Alemania; EEUU, situado fuera del radio de acción de las bombas, pudo poner en marcha una ingente producción industrial al servicio del esfuerzo bélico. Este esquema se repetiría en la Segunda Guerra Mundial.
La flota británica, superior en número a la alemana, bloqueaba a Alemania en el mar del Norte, por lo que esta ideó una estrategia para evitar las privatizaciones a las que estaba sometida su pueblo. Esta estrategia consistió en la construcción de una serie de submarinos que fueron desplegados por toda la costa. Winston Churchill, primer lord del almirantazgo británico, ordenó combatirlos escondiendo armas en barcos camuflados como simples mercantes. Alemania se vio entonces obligada a adoptar sistemas de ataques más violentos, dando menos oportunidades a los tripulantes civiles de los barcos británicos de sobrevivir.
Cuando los alemanes se enteraron de la existencia del Lusitania, un transatlántico que tenía pensado salir de Nueva York con destino Liverpool el 1 de mayo de 1915, advirtieron a los pasajeros que pensaban viajar en él que cancelaran sus reservas; añadiendo que todo barco de pasajeros perteneciente a un país enemigo que entrara en zona de guerra se exponía a ser atacado. La embajada alemana de Washington llegó incluso a publicar anuncios en los periódicos; pero, a pesar de todo, 188 americanos reservaron pasajes a bordo de este barco. El capitán William Tumer, apodado Bowler Bill (Bill el lanzador) junto con el resto de su tripulación, se encargaron de dar a los pasajeros una falsa sensación de normalidad, no tomando ninguna precaución especial. Lo que los pasajeros no sabían era el peligroso contenido que estaba oculto en la bodega. En la declaración de carga no figuraban las más de 4000 cajas de municiones que estaban destinadas a contribuir al esfuerzo de guerra de los aliados, y que determinaría la suerte del buque.
El ya mencionado capitán actuó de una forma totalmente negligente, desobedeció las órdenes de navegar en zigzag en zonas de peligro de ataque submarino y redujo la velocidad a pesar de los avisos por vía radioeléctrica (que sus propias declaraciones confirmaron haber recibido correctamente). Prácticamente, se expuso al ataque de los alemanes. Bowler Bill sobrevivió al hundimiento y aportó importante información para esclarecer los hechos.
Al mando del submarino U-20, el submarino que hundió al Lusitania, se encontraba el comandante Walter Schwieger, que había permanecido en el mar desde el 30 de abril anterior y viajaba ya de regreso a su base. Fue el primero en avistar el barco, pero no lo reconoció. Declaraciones posteriores afirman el arrepentimiento del comandante al darse cuenta de la trascendencia que provocaría su acción.
Ocurrió un 7 de mayo de 1915, el transatlántico se encontraba a tan solo 365 metros del submarino. El comandante ordenó entonces que se disparara un torpedo. Hizo blanco sobre el barco, en estribor, en la sala de calderas número uno; y provocó una primera explosión el barco. La segunda, casi simultánea, fue causada por un segundo torpedo que hizo blanco en la bodega del barco, donde se encontraba el cargamento. Los supervivientes afirman que hubo una tercera explosión, mucho más fuerte, que fue sin duda la del cargamento de explosivos, que causó la muerte de un centenar de pasajeros y que determinó que el casco se desfondara. Fue entonces cuando Walter Schwieger se dio cuenta de la identidad del buque torpeado. Minutos después, la proa desapareció bajo el mar, al tiempo que el barco comenzaba a inclinarse hacia estribor. Cuando la proa chocó con el fondo, la popa se mantuvo un rato en el aire, con sus hélices apuntando al cielo; y se deslizó hacia el fondo del mar. No dio tiempo a distribuir debidamente los chalecos salvavidas y las embarcaciones enviadas al lugar del naufragio por el vicealmirante Crookes, no pudieron llegar antes de las dos horas.
Hubo un total de 1198 víctimas, 124 de las cuales eran norteamericanas. Murieron 785 pasajeros y 413 tripulantes. Entre los muertos se encontraba el millonario Vanderbilt, que cedió su chaleco salvavidas a una pasajera. Se ofreció una recompensa a quien hallara su cuerpo. Otras víctimas fueron el empresario Frohman, el ingeniero Pearson y el comandante Stackhouse. Un pasajero español, superviviente al naufragio, trasladó en brazos a mujeres y niños hasta los botes; y fue recogido del agua por muchas de las mujeres a quien había salvado la vida. Cabe añadir que Audrey Lawson Johnston, último superviviente del Lusitania que aún permanecía con vida, murió el pasado 10 de Enero de 2011. Esta información fue trasmitida el mismo día a través de la “BBC Radio Shropshire” de EEUU.
La situación en EEUU tras el naufragio cambió considerablemente: Woodrow Wilson había ganado las elecciones con la promesa de evitar la implicación de EEUU en la guerra europea, ya que la mayoría de la población norteamericana era partidaria de mantenerse al margen. Pero los 124 pasajeros americanos muertos cambiaron la situación considerablemente y la población comenzó a realizar manifestaciones a favor de la intervención, investigaron en el pasado todos los torpedeamientos por parte alemana que habían atacado intereses humanos o materiales de americanos (como el hundimiento del Falaba, el bombardeo del Cushing o el del Gulflight) y lo utilizaron como excusa para entrar en la Guerra Europea y transformarla en Mundial. Tras ver las intenciones de los estadounidenses de intervenir, un miembro de la embajada alemana declaró que nadie podría reprocharle a su Gobierno el hundimiento ya que los estadounidenses eran conscientes de que su destrucción era inevitable. Aún así los alemanes comenzaron a tratar de forma más humanitaria a los barcos mercantes que penetraban en sus aguas.
El hundimiento del Lusitania, históricamente, sirvió para debilitar las potencias europeas, provocar la mayor alteración de fronteras que se dio lugar en todo el siglo XX, y resaltar la supremacía del capitalismo americano. Mientras que las potencias europeas sufrieron altos niveles de destrucción material, especialmente Francia y Alemania; EEUU, situado fuera del radio de acción de las bombas, pudo poner en marcha una ingente producción industrial al servicio del esfuerzo bélico. Este esquema se repetiría en la Segunda Guerra Mundial.